La misión Chang’e-6 de China ha marcado un antes y un después en la exploración espacial al traer a la Tierra las primeras muestras del lado oculto de la Luna. Este logro, que ha capturado la atención de la comunidad científica global, representa un avance significativo en la comprensión de nuestro satélite natural y del sistema solar en general.

El 3 de mayo, la sonda Chang’e-6 despegó a bordo del cohete Gran Marcha 5, y el 2 de junio aterrizó en el cráter Apolo, ubicado en la vasta Cuenca Aitken del polo sur lunar. Esta región, con una profundidad de 12 kilómetros y un diámetro de 2.500 kilómetros, es una de las áreas más antiguas de impacto lunar y se cree que contiene agua helada, un recurso crucial para futuras misiones tripuladas.

La misión enfrentó numerosos desafíos técnicos debido a la complejidad del terreno y la necesidad de comunicación indirecta con la sonda, facilitada por el satélite de retransmisión Queqiao 2. A pesar de estas dificultades, Chang’e-6 logró recolectar dos kilos de rocas lunares, que ahora están siendo analizadas por científicos para obtener información sobre la formación y evolución de la Luna.

Este éxito no solo refuerza la posición de China como una potencia espacial emergente, sino que también abre nuevas posibilidades para la cooperación internacional en la exploración lunar. Con planes futuros que incluyen el envío de astronautas a la Luna y la construcción de una base en el polo sur lunar, China está demostrando su capacidad y ambición en el ámbito espacial.

La misión Chang’e-6 no solo ha proporcionado datos valiosos sobre la geología lunar, sino que también ha inspirado a una nueva generación de científicos y exploradores. A medida que el mundo observa los avances de China en la carrera espacial, queda claro que estamos entrando en una nueva era de descubrimientos y logros científicos.

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